En las últimas décadas, la forma en que los españoles gestionan su dinero ha experimentado una auténtica revolución. Lo que comenzó como una cultura centrada en el depósito bancario de bajo riesgo ha dado paso a un enfoque más audaz y diversificado. Esta transformación no solo refleja cambios económicos y tecnológicos, sino también una mentalidad más orientada al crecimiento y a la construcción de patrimonio.
Durante buena parte del siglo XX, los hogares españoles optaban por productos financieros extremadamente seguros. Los depósitos bancarios, las cuentas de ahorro y los bonos del Estado eran los instrumentos predilectos. En 1985, estos productos representaban el 51,7% de la cartera de inversión familiar.
Sin embargo, sucesivas crisis económicas, junto con una rentabilidad cada vez más reducida, empezaron a cuestionar este modelo. La baja remuneración de los depósitos —en ocasiones por debajo del 1%— y la inflación erosionaban el poder adquisitivo de los ahorros, obligando a muchos a explorar alternativas con mayor potencial de rendimiento.
Hoy, varios elementos convergen para impulsar una nueva cultura financiera:
Estos factores han generado una transición de la mentalidad conservadora al crecimiento, donde ya no basta con proteger el patrimonio, sino que es clave hacerlo rentable.
La diversificación se ha convertido en una premisa. Según datos de 2017, los fondos de inversión representaban el 14,5% de los activos financieros (frente al 9,3% en 2013), con un patrimonio de 262.847 millones de euros y una rentabilidad media del 2,46%.
Paralelamente, los depósitos bancarios han descendido hasta el 37,5% de la cartera. El inversor actual combina:
Además, las finanzas éticas y sostenibles ganan terreno, ya que muchos inversores desean alinear sus valores con sus decisiones de inversión.
La evolución financiera no ha sido homogénea. Las diferencias intergeneracionales son notables tanto en patrimonio como en mentalidad:
En 2022, los mayores de 65 años no solo recuperaron los niveles previos a la crisis, sino que alcanzaron una riqueza media de 425.838 euros. En cambio, la generación millennial sufrió una caída del 77%, pasando de 101.040 euros en 2008 a 23.500 euros en 2022. La brecha intergeneracional se amplió de 100.833 euros en 2002 a más de 342.445 euros en 2022.
Por su parte, la Generación Z muestra una actitud prudente pero innovadora. El 70% afirma ahorrar, aunque el 40% señala la insuficiencia de ingresos como su principal obstáculo. Sorprendentemente, el 50% de los nativos digitales ha invertido en criptodivisas, a pesar de reconocer un conocimiento financiero limitado.
El entorno bancario ha evolucionado al ritmo de esta nueva mentalidad. Desde 2010, el número de entidades bancarias en España se redujo de 153 a 117 en 2023. A pesar de ello, el margen bruto bancario, tras caer un 20,1% entre 2008 y 2016, experimentó un fuerte repunte: pasó de 27.508 millones en 2016 a 43.261 millones en 2023, un aumento del 45% respecto a 2021.
En cuanto a rentabilidad, el sector alcanzó en 2024 un ROE del 13,7% y un ROA del 0,90%. Estas cifras reflejan la capacidad de los bancos para adaptarse a un entorno de tipos al alza impulsado por el Banco Central Europeo desde 2022.
Los objetivos financieros de los españoles han evolucionado:
La figura del ahorrador inteligente reemplaza al ahorrador pasivo, incorporando herramientas digitales, asesoramiento profesional y nuevas tecnologías.
El camino hacia una salud financiera sostenible plantea tanto oportunidades como desafíos:
- Educación financiera: sigue siendo esencial mejorar el conocimiento básico entre adolescentes y adultos para reducir errores y decisiones impulsivas.
- Tecnología y redes sociales: actúan como vehículos de información, pero también pueden difundir desinformación, por lo que es clave desarrollar un criterio crítico.
- Sostenibilidad: las finanzas éticas ofrecen un modelo de inversión responsable, pero requieren transparencia y regulación clara.
En definitiva, la transformación de la cultura financiera en España es fruto de crisis, avances demográficos y tecnológicos, y cambios en las expectativas de los ciudadanos. El futuro beneficiará a quienes adopten una mentalidad de crecimiento, que combine prudencia con audacia, y apueste por la diversificación, la sostenibilidad y la formación continua.
Referencias